«Descalzos», el camino, el proceso…

CARTA A UN PEREGRINO TERESIANO CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE STA TERESA

Querido amigo/a  y hermano/a,

A ti que deseas iniciar tu peregrinación, quiero decirte una palabra que pueda aportarte un poco de luz sobre algunas de las dudas e inquietudes que te surjan acerca del camino y todo lo relacionado con él. Lo haré gustosamente, pero deseo que sepas que yo, al igual que tú sigo siendo peregrina, pues “no he llegado todavía a la meta, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarla, habiendo sido yo misma alcanzada por Cristo Jesús” (Filipenses 3, 12).

No te conozco personalmente, pero sospecho que debe haber una razón poderosa que te invita a salir. “Salir”. Esa es la clave. Salir, no lo pierdas de vista, implica dejar tus seguridades, lo ya sabido, el terreno firme, para lanzarte a una aventura que no tiene fin, porque el camino es largo: Yavéh dijo a Abraham “Sal de tu tierra y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré” (Génesis 12,1 y ss).

A partir de ahora no encontrarás ya morada permanente, sino que habrás de estar siempre dispuesto para la partida. Una y otra vez habrás de retomar el camino. Habrás de ir “comenzando siempre de bien en mejor” [1]

El hecho de salir no es fácil, no es fácil dejar lo cómodo, lo seguro, porque nuestra naturaleza se resiste. Escucha la experiencia de S. Teresa de Jesús:

“Acuérdaseme que cuando salí de casa de mi padre, no creo será más el sentimiento que cuando me muera, porque me parece cada hueso se me apartaba de sí…era todo haciéndome una fuerza tan grande, que si el Señor no me ayudara no bastaran mis consideraciones para salir adelante. Aquí me dio ánimo contra mí, de manera que lo puse por obra”. (Vida 4, 1)

  • ¿Qué preguntas me hago al ponerme en marcha? ¿Qué interrogantes tengo? ¿Qué busco?
  • ¿Cuáles son mis problemas en este momento  de la vida? ¿Qué me inquieta, me preocupa o me hace darle vueltas a la cabeza?
  • ¿Cuáles son tus seguridades? ¿Estás dispuesto a abandonarlas para descubrir lo nuevo?

Si salir no es fácil, tampoco lo es continuar el camino una vez comenzado; aceptar entrar en esa permanente dinámica de desinstalación que nos pone de manifiesto que el camino es un riesgo y que en él se sufren a veces el cansancio y el desánimo, pero sorprendentemente, incluso en medio de los peores momentos experimentarás un “no se qué” que te impulsa a seguir adelante. Elías el profeta, ya nos dio muestras de las dificultades del camino y de la fuerza misteriosa que le sostenía:

Luego caminó un día entero por el desierto, y al final se sentó bajo una retama. Entonces se deseó la muerte y exclamó: «¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no valgo más que mis padres!»


Se acostó y se quedó dormido bajo una retama. Pero un ángel lo tocó y le dijo: ¡Levántate, come!»
Él miró y vio que había a su cabecera una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y se acostó de nuevo.


Pero el Ángel del Señor volvió otra vez, lo tocó y le dijo: «¡Levántate, come, porque todavía te queda mucho por caminar!»(1 Reyes 19,4-8)

Te he hablado de la importancia de salir y de estar siempre saliendo, y estoy absolutamente convencida de que las razones que te mueven a iniciar tu viaje son muy importantes aunque tal vez no sepas ponerle nombre a este impulso primero:

                Puede haber una insatisfacción, un vacío, que te empuje a la búsqueda de algo nuevo que responda a tus anhelos más profundos de libertad y plenitud. En el origen de tu búsqueda puede estar un elemento decisivo, en ocasiones doloroso como un fracaso, un desconcierto, un sinsentido. Pero puede ser también la experiencia intensa aunque fugaz de una alegría sin nombre, de un Amor que te sacude y te urge ir hacia Él. Un “rostro” dibujado en lo profundo de tus entrañas,  una impulsión misteriosa y singular del Espíritu que nos reclama en totalidad: “Vivo en el Señor que me quiso para sí” (Poesías 1, 2).

En todo caso siempre hay un “despertar” un “caer en la cuenta”[2]. Fíjate qué precioso el testimonio de Teresa: “Con la fuerza que hacían en mi corazón las palabras de Dios así leídas como oídas y la buena compañía, vine a ir entendiendo la verdad de cuando niña…” (Vida 3,5)

Aquellos primeros peregrinos bíblicos y con ellos muchos otros que nos han precedido llamaron a estos deseos profundos “Sed de Dios”: “Como busca la cierva corrientes de agua así mi alma te busca a ti, Dios mío. Tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Salmo 41)

  • En la vida hay continuamente que avanzar ¿Tienes la sensación de estar madurando, creciendo, como persona y como creyente?
  • ¿En qué aspectos de tu vida crees que debes avanzar porque te has quedado estancado/a?
  • ¿Cuáles son tus principales dificultades?
  • ¿Cómo reaccionas ante las dificultades?: buscas culpables, niegas la realidad, te bloqueas, buscas soluciones, te superas…?

Ya hemos puesto algunos nombres, querido amigo, a esa fuerza interior que te empuja a salir. Y me preguntarás, pues bien, ¿qué necesito para ponerme en camino? ¿Qué debo llevar conmigo?

                El verdadero peregrino debe ir ligero de equipaje. Tú mismo comprobarás que cuantas más cosas cargues en tu mochila, mayor será la dificultad para avanzar hacia tu destino. “No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias” (Lc 10,4), para poquito a poquito “tenerlo todo debajo de los pies y estar desasidos de las cosas que se acaban y asidos a las eternas” (Camino de Perfección 3, 4).

A medida que vayas dando más y más pasos irás siendo despojado de lo accesorio, e incluso de aquello que al principio te parecía esencial. Este es un camino, lo irás viendo, de desnudez, de pobreza, de vacío. Esta experiencia de despojamiento es dura, pero te conducirá hacia una libertad que ahora no puedes ni imaginar. “que no dejara el Señor de hacernos esta merced  y otras que no sabemos desear” (4Moradas 2,10).

¿De qué te va a ir despojando el camino? Pues entre otras cosas de las falsas seguridades, de la autosuficiencia y orgullo, de una imagen también falsa de ti mismo/a, que te oculta tu verdadero ser, tu yo más auténtico, y te oculta también ese “rostro que tienes en tus entrañas dibujado”. Desnudo y descalzo caminarás sin saber dónde: “Por la fe, Abraham…salió sin saber adónde iba” (Hebreos 11,8). Desnudo y descalzo, sin saber dónde ni cómo, habrás de dejarte conducir a oscuras con la confianza de un niño. Despójate de tus saberes, de tu modo de entender, de tus propios criterios. Suelta todo aquello a lo que te has ido agarrando a lo largo de tu vida: cosas materiales, afectos, experiencias positivas o negativas, pesares y gozos antiguos, déjalos marchar y ábrete a lo nuevo, y que tu vida fluya igual que la corriente de un río, sin parar nunca, sin detenerse. Suelta incluso tu idea de Dios. Despréndete, libérate de lo que ahora posees para poseer un tesoro escondido, una perla preciosa[3]. Lo que hasta ahora has gustado no es nada en comparación con lo que está por llegar.. Y así, pobre, desnudo, vacío, libre de todo, libre de ti mismo, te irás aproximando a la tierra prometida, a tu más profundo centro. Allí donde el Amor más grande te espera. “En el centro y mitad …es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma”[4]

  • ¿Cuál es en tu vida diaria el equipaje del que no desprenderías suceda lo que suceda?
  • ¿Qué es lo superfluo?

Y en medio de esta sencillez y pobreza algo esencial debes llevar en la mochila sin lo cual te será imposible caminar: la fe, o con otras palabras la confianza del corazón será tu guía: “La confianza y nada más que la confianza es la que debe conducirnos…” nos diría una hija de Teresa (S. Teresa de Lisieux). Además de la fe deberás llevar el Amor: “porque la fe son los pies con que el alma va a Dios, y el amor la guía que los encamina”[5]. Y junto la fe y el amor no olvides llevar la esperanza. No se trata de expectativas pequeñas, limitadas, cerradas sino que la esperanza es algo mucho más amplio, más grande. “Porque esperanza de cielo tanto alcanza cuanto espera” (Poesías – S. Juan de la Cruz); “Confianza y fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera, todo lo alcanza” (versión popular en la línea del espíritu S. Teresa).

Veras, como Teresa, que el mismo Cristo es “el Camino”[6]. En este viaje interior del alma  hay que poner la mirada en quien va delante, Jesús, y es compañía. Y ama con un amor gratuito que Teresa no puede menor que cantar “sin tener que amar, amáis; engrandecéis nuestra nada” (Poesías 6,3) en un hermoso trueque de amores de dar nuestro amor por el suyo[7]. Y al vivir ese amor, todo lo demás se ordena… “Amor saca amor” (Vida 22, 14).  Unos últimos consejos: Ten una “determinada determinación” (Camino de Perfección 20,2) por nada te detengas. Mantente siempre humilde.[8] Y escucha, escucha siempre. Escucha en silencio, pues sólo en silencio podrás oír lo que late en el corazón de tu propio corazón. Escucha lo que late más allá, más abajo, más al fondo, “buscarte has en mi” (Santa Teresa).

¡Qué dichosa ventura nos espera, amigo mío, hermano peregrino! Aunque cada uno lleve su propio camino vamos juntos, y con nosotros, otros muchos otros peregrinos.

¡Al final del camino nos encontramos! ¡Buen viaje!

Tu hermana peregrina


[1] S. Teresa de Jesús: Fundaciones 29, 32

[2] S. Juan de la Cruz: Comienzo del Cántico Espiritual. “Cayendo el alma en la cuenta…”

[3] Mateo 13,44-52

[4] S. Teresa de Jesús: Moradas 1,1,3

[5] San Juan de la Cruz: Cántico 1,11

[6] S. Teresa: Moradas 6,7,6

[7] S. Teresa: Camino 16,10

[8] S. Teresa de Jesús: “este edificio, va fundado en humildad. Y mientras más cerca estés de la mete más adelante ha de ir esta virtud, y si no va todo perdido”. (Vida 12,4) “Porque importa mucho entendamos lo mucho que nos va …la humildad que aunque la digo a la postre es la principal y las abraza a todas” Camino 4,4

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