Teresa: Pobreza y desasimiento

(Miguel Márquez Calle)

“En las casas de los ricos, decía con razón Simone Weil, no hay poesía, se sustituye con el amontonamiento de cosas hermosas, que a Teresa le chocaban tanto en el palacio de la duquesa de Alba, en Alba de Tormes. La belleza brilla, sin embargo, como un relámpago en un rincón enjalbegado de sus conventillos, donde se ha colocado una orza o una pequeña femenina zapatilla de esparto”

José Jiménez Lozano, Los tres cuadernos rojos. P. 36

No sólo en la casa de la duquesa de Alba: también en Toledo, en el palacio de doña Luisa de la Cerda, experimenta Teresa con gozo la libertad que siente frente a todas aquellas ataduras y esclavitudes del parecer bien y de la honra. Ella va a ser abanderada de la pobreza como libertad de sí, frente a esas vanidades y ataduras. Sus descalzas, lejos de las diferencias y privilegios de la Encarnación, tendrán como ideal una pobreza elegante, sobria, no tacaña, pero sí exigente, marcada por ser medio para el encuentro y la relación con Cristo pobre.

No podemos enfocar el tema de la pobreza en Santa Teresa con categorías de nuestro tiempo, haciéndole preguntas inadecuadas. Teresa se centra más en las virtudes que en el rigor, se funda en la formación y la educación. Opta por la pobreza para preservar la libertad de sus monasterios.  Su sensibilidad es diferente de una pobreza franciscana, que responde a una época muy concreta de la Iglesia y de la sociedad. Tampoco hay en Teresa  preocupación por las desigualdades, por la injusticia social. El estilo de sobriedad, desprendimiento y austeridad que ella imprime a sus Carmelos tiene en el centro de mira el ejemplo de Cristo pobre: “Parezcámonos en algo a nuestro Rey, que no tuvo casa sino en el portal de Belén, adonde nació y la cruz adonde murió” (Camino de Perfección 2, 9).

Los tres primeros capítulos del Camino de Perfección son la mejor explicación de su estilo de pobreza, que se recoge en una expresión: “el fin para que aquí os juntó el Señor”. (Camino de Perfección 3, 9). Ante los males de la división y las almas que se pierden, se enciende en Teresa el deseo de darse del todo, “y hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia) con toda la perfección que yo pudiese, y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo” (Camino de Perfección 1, 2).

Itinerario biográfico: pobreza y desasimiento

Algunos apuntes del itinerario biográfico de Teresa relacionado con la pobreza:

  • Infancia. Teresa evoca un ambiente familiar de bondad y virtudes humanas. Narra eventos que la forjan en el hogar familiar, también algunos negativos, como cuando buscaba contentar y era amiga de galas. Cuenta rupturas que la encaminan, como la muerte de su madre. No habla de su abuelo, el judeoconverso Juan Sánchez de Toledo, ni del pleito de hidalguía. Recuerda el anhelo de comprar el cielo, “para siempre, siempre, siempre…” Esta será “la verdad de cuando niña”, (Vida 1, 5; 3, 5) que se reencenderá ya siendo joven.
  • Ambiente de honra y pobreza. La novela picaresca describe el engaño de una hidalguía de escaparate y una honra presuntuosa, tejida de apariencia. En casa de doña Luisa de la Cerda, leerá Teresa sus devaneos juveniles por el terreno de la vanidad como un triste engaño, y un fardo, del que se siente felizmente libre. En este contexto, surge un afán de pobreza en ocasiones desmedido y sin criterios claros. En casa de doña Luisa de la Cerda recibe también la visita de María de Jesús, que fundaría en pobreza el monasterio de Alcalá en el año 1562.
  • En la Encarnación. Teresa encuentra distinción de niveles sociales: 30 monjas tienen título de doñas y hay mucha necesidad económica.
  • Frente a esta realidad, Teresa recoge el recuerdo idealizado de los primeros ermitaños del Carmelo, “aquellos santos pasados” (Camino de Perfección 11,4) y la pobreza en que vivían. También aprende del consejo de fray Pedro de Alcántara y de la vida de Santa Clara
  •  Y opta por la austeridad y la sencillez para la reforma que emprende. Así, recomienda e insiste que las casas sean sobrias, “que no hagan ruido al caerse” (Camino de Perfección 2,10)
  • Ella vive toda su vida en dificultad, enfermedad y persecución. Así son también sus últimos días: obediencia a Gracián, renuncia a fundar en Madrid; rechazo de sus hermanas, enfermedad que la llevará al final de sus días en Alba de Tormes, pidiendo un poco de tierra para ser enterrada.

1577

En este año, en Toledo, se revela de forma privilegiada la simbiosis entre precariedad y fecundidad, entre pobreza y disponibilidad.

Merece la pena preguntarnos: ¿Es la vida de los santos más fácil que la nuestra? ¿Son seres privilegiados, hechos de otra pasta? ¿Iluminaba Dios sus pasos para facilitarles y aclararles el camino? ¿Cómo bailaron con sus propios límites?

Te invito a releer el prólogo y el capítulo primero del libro de las Moradas desde la clave de la pobreza exterior e interior, para que te sitúes bien en el suelo real de los místicos. Solemos leer las historias desde el desenlace, teniendo en nuestra mente el final feliz. Perdemos así la crudeza y pasión de su itinerario, que discurrió en pobreza y confianza. No en vano, en un precioso diálogo entre la Santa y el Señor, éste le dijo palabras tan consoladoras y reveladoras como éstas:

“Díjome una vez, consolándome, que no me fatigase (esto con mucho amor); que en esta vida no podíamos estar siempre en un ser; que unas veces tendría hervor y otras estaría sin él; unas, con desasosiegos y otras, con quietud y tentaciones, más que esperase en él y no temiese”.

Vida, 40,18

Fueron pobres, peregrinos de la fe, desnudos buscadores… aprendices pacientes en el despojamiento de sí, al que les animaba el deseo ardiente de arrimarse al Amor en persona, Cristo. Por él, que se hizo pobre, valdrá la pena “arriscarlo todo, como un esclavo que por comprar su libertad, entregara todo lo que tiene, sin dudarlo, por tornar a su tierra”.

Vida, 17,8

El 2 de junio de 1577, con 62 años, Teresa comienza a escribir Las Moradas, y  termina el 29 de noviembre del mismo año en Ávila, en San José. ¿Qué está pasando en su vida, en los alrededores y en los adentros? ¿Cómo se gesta una de las obras cumbres de la espiritualidad cristiana?

Está siendo perseguida: es reciente el proceso inquisitorial en Sevilla (1575-76), y ahora ella está en Toledo, prácticamente encarcelada. (cfr. Fundaciones 27, 19). El libro de la Vida está siendo examinado por la Inquisición. Son calumniadas la comunidad de Sevilla y el P. Jerónimo Gracián.  Está amenazada la Reforma: en junio de 1577 muere el nuncio Nicolás Ormaneto, que protegía a los descalzos, y su sucesor Felipe Sega apoya a los que quieren suprimirlos. (Fundaciones, 28, 3).

Física y anímicamente, le resulta difícil escribir de oración: “no me parece me da el Señor espíritu para hacerlo ni deseo; lo otro, por tener la cabeza, tres meses ha, con un ruido y flaqueza tan grande que aun los negocios forzosos escribo con pena” (Moradas, prólogo, 1). Se encuentra enferma y llena de ocupaciones.

En éstas, le mandan que escriba de oración. Y ella, siempre dispuesta a obedecer, escribe que  “la obediencia suele allanar cosas que parecen imposibles, la voluntad se determina a hacerlo muy de buena gana, aunque el natural parece que se aflige mucho (…) hágalo el que ha hecho otras cosas más dificultosas por hacerme merced, en cuya misericordia confío. (Moradas, prólogo,1)

Éste es el suelo del místico, un presente nada favorable… real, crudo, difícil. Esta es la pobreza de materiales con los que la Santa va a edificar el mejor de sus tratados vitales, su propio castillo interior. Nos ha descrito los cimientos auténticos, los materiales verdaderos que asegurarán la estabilidad y solidez del edificio.

Se revela en la experiencia de la Santa y en los místicos la sabiduría de quienes no esperan tiempos mejores para zambullirse en el presente único. No caen en la ‘postergación’. HOY es para ellos el día de la salvación. El Espíritu conecta a los santos con el ahora, haciéndoles atravesar la rocosidad del presente y asumir la fragilidad de sus límites, su pobreza, acogiendo a Dios dentro de esa misma realidad ambigua y por salvar, pero inequívocamente comprometido en ella. La humanidad de Jesucristo será la garantía de este compromiso del Padre hacia cada uno de nosotros. La fidelidad de Dios en el corazón de esta pobreza, será el auténtico dogma teresiano.

Algunas claves de pensamiento y doctrina (al trasluz de la pobreza)

«Y crean, mis hijas, que para vuestro bien me ha dado el Señor un poquito a entender los bienes que hay en la santa pobreza»

Camino de Perfección 2,5

Algunos de los cimientos de la espiritualidad teresiana son:

  • La fidelidad y perseverancia de Dios en nuestra búsqueda. “El que tanto me esperó” (Vida, prólogo 2). La misericordia de Dios entraña toda pobreza humana y la transfigura. En esta conciencia de los propios límites, la confianza nos puede dar la clave y abrir la puerta de las riquezas de Cristo para nosotros. Todo el edificio de la Santa se apoya en las virtudes, y la verdadera experiencia de Dios, si es auténtica, se traduce en humanidad puesta en obra. Estamos llamados a ser expertos en humanidad.
  • “Cuanto más santas, más conversables con las hermanas…” (Camino de Perfección 41, 7). La verdadera espiritualidad nos hace cercanos y humanos. Por tanto, la pobreza, en esta coherencia, nunca aleja del trato cercano y humanizador.
  • “No es tiempo de tratar… negocios de poca importancia” (Camino de Perfección 1, 5). Centrar la vida. ““Jamás por artificios humanos pretendáis sustentaros, que moriréis de hambre, y con razón. Los ojos en vuestro Esposo; él os ha de sustentar. (Camino de Perfección 2,1)
  • Invita a vivir la Pobreza como señorío, libertad, dignidad. ¿En qué consiste esta pobreza que describe en el Camino de Perfección? Veámoslo sintéticamente:
    • Volver con amor apasionado a Cristo
    • No andar buscando contentar a los demás. Sólo a Él
    • Pobreza real: en casa, vestidos, palabras
  • Pobreza interior: no ambicionar. Aceptación de sí mismos. No pedir a Dios regalos y contentos.
  • Desear: No rendirse. Deseo de ser de Él. Orar es pelear desde dentro (simbolismo guerrero).

Presupuestos de la vida de oración que comienzan con la pobreza

“¿Qué tales habremos de ser? … Regalo y oración no se compadece”… (Camino de Perfección 4, 1 y 2)

“Antes que diga de la oración diré algunas cosas que son necesarias tener los que pretenden llevar camino de oración y tan necesarios que, sin ser muy contemplativas, podrán estar muy adelante en el servicio del Señor; y es imposible, si no las tienen, ser muy contemplativas, y cuando pensaren lo son, están muy engañadas”.

Camino de Peerfección 2,1

Teresa trata de sentar las bases de una auténtica oración y espiritualidad cristiana. Nos interesan los tres cimientos que están totalmente interrelacionados: amor de unas con otras, desasimiento y humildad. El amor de unas con otras exige salir de sí hacia el otro, para aprender a amarle con un amor no interesado ni egoísta. La humildad nos hace buscar la verdad y ser verdaderos, conectar con el humus de nuestra realidad en los ojos de Dios. Y el desasimiento, que junto con los dos cimientos anteriores, ilumina especialmente el camino de la pobreza.

Teresa está obsesionada por ser de Dios. Desatar todos los nudos. “Libres quiere Dios a sus esposas, asidas a solo él”. (Carta a Ana de Jesús 30 de mayo de 1582). 

El desasimiento no es negación, renuncia o ruptura. El desasimiento hace crecer cuando nace de optar, elegir un bien mayor. Opción de comunión. Podemos desasirnos cuando reconocemos un Amor que plenifica y desborda. Aquél en quien estamos asidos es el que nos permite desposeernos de lo que no es. La persona aprende a reírse de sí, recibe la gracia de desasirse de la futilidad del dinero, ansiado como seguridad y poder, y le sabe a nada comparado con el sabor y descanso de dejarlo todo y comprar lo que de verdad importa. Este desprendimiento, capaz de reírse de sí, con humor, es muy propio de Teresa.

“Ríese de sí, del tiempo que tenía en algo los dineros y codicia de ellos, aunque en ésta nunca creo ­y es así verdad­ confesé culpa; harta culpa era tenerlos en algo. Si con ellos se pudiera comprar el bien que ahora veo en mí, tuviéralos en mucho”. (Vida 20, 27)

Pobreza y humor bien juntas, de la mano; pobreza y libertad, pobreza y humanidad. Pobreza y gratitud, una profunda gratitud caracteriza a Teresa de manera muy viva. Se siente absolutamente enriquecida por el dador de todo don.

Que el Señor nos conceda este Bien que enriqueció sin comparación la vida de Teresa de Jesús y la hizo para nosotros ser voz de la mejor de las riquezas y del mejor de los señores. Amén.

Algunos textos bíblicos

  • Mt 5, 1-12 (Las Bienaventuranzas) Lc 6, 20-23
  • Lc 18, 18-30 (el joven rico)
  • Lc 9, 57-58
  • Mt 6, 24 ss

Unas preguntas

Para compartir:

– Frente a la tentación actual de acumular cosas, y de aparentar, de vivir de la imagen, ¿qué propone Santa Teresa? ¿Qué riqueza nos invita a descubrir como fundamental?

– Frente a las actuales situaciones de desigualdad y de indiferencia ante la pobreza, ¿Qué nos ayuda a descubrir Teresa?

Para reflexión personal:

– ¿Qué límites, qué pobrezas y precariedades siento en mi vida?

¿Cómo las vivo: me paralizan, me desalientan? ¿Puedo ponerlas ante Dios? ¿Cómo aceptarlas? ¿Cómo puedo caminar, desde la confianza en Dios, con lo que soy y lo que tengo?

– ¿De qué necesito despojarme, o qué tengo que entregar, para acercarme a Dios, y a los demás?

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