Encontrarse con la misericordia. Celebración Penitencial

Ambientación

En la capilla, iglesia o lugar donde se realice el sacramento de la reconciliación presidirá una cruz grande que se colocará en el centro, si puede ser, la cruz será desnuda, es decir, sin Cristo. Sería conveniente también colocar unas velas apagadas.

Cuando el joven pase al lugar, una persona le entregará un lazo o una cuerda de aproximadamente unos 20 o 30 centímetros que tendrá que tener en la mano durante la celebración. Si hay más de un sacerdote para la celebración penitencial, sería conveniente que ya estén situados en un lugar revestidos ya de alba y estola morada

Tomando conciencia

Antes de comenzar es bueno situar bien a los jóvenes dentro de la celebración del sacramento de la reconciliación, ya que muchas veces podemos dar por supuestas muchas cosas que no tienen tan claras los jóvenes. Se ofrece a continuación una serie de preguntas y respuestas que nos pueden ayudar (y se pueden adaptar a la sensibilidad de los jóvenes) para que los jóvenes tomen conciencia del acontecimiento de gracia y misericordia que van a vivir.

  • ¿Qué es el sacramento de la reconciliación?

Es el sacramento instituido por Jesucristo para perdonar los pecados cometidos después del Bautismo.

  • ¿Qué es necesario para hacer una buena confesión?

Para hacer una buena confesión es necesario:

  1. Examen de conciencia: Es repasar cómo he vivido desde la última vez que me confesé, para tomar conciencia, recordar qué he hecho mal, qué pecados he cometido.
  •  Dolor de los pecados: Es el arrepentimiento de haber cometido ese mal, lamentar haber ofendido a Dios.
  • Propósito de enmienda: El propósito de la enmienda es una firme resolución de no volver a pecar y de evitar todo lo que pueda llevarme a pecar.
  • Decir los pecados al confesor: Debemos confesar todos los pecados mortales. Conviene decir también los pecados veniales, y no quedarse sólo en los “actos concretos”, sino descubrir las actitudes que nos llevan a pecar, que están haciendo daño (a nosotros, a los demás, a nuestra relación con Dios).

Cumplir la penitencia que nos indica el confesor (obras buenas, oraciones, etc.).

Monición inicial

Miremos por un momento nuestra vida. Si observamos detenidamente veremos que hay muchos hilos, muchas cuerdas con nudos o lazos que nos quitan esa felicidad a la que estamos llamados. Jesús con su decisión de morir en la cruz, quiso desatar todo eso que nos impide ser libres.

En esta celebración tenemos la oportunidad de desatar, de quitar todo aquello que nos impide correr y ser verdaderamente unos cristianos felices y también todas aquellas cuerdas que impiden que Cristo pase a nuestra vida para ocupar un lugar central.

Canto de entrada

Se deja libertad para que cada grupo que realice la celebración penitencial ponga el canto apropiado a la celebración y que pueda cantar la gente que participe.

Saludo del que preside 

En el nombre del Padre… 

Dios, que tanto amó al mundo que envió a su Hijo para que nadie se pierda y nos regala el Espíritu fuente de amor y alegría, esté con todos vosotros…

Proclamación del Santo Evangelio según San Juan 3, 1-21

Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los notables entre los judíos. Fue de noche a ver a Jesús y le dijo: «Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él».

Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios.»

Nicodemo le preguntó: «¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?».

Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace de Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: «Tenéis que renacer de lo alto».  El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu».

 «¿Cómo es posible todo esto?», le volvió a preguntar Nicodemo.

Jesús le respondió: «¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas? Te aseguro que hablamos de lo que hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable de las cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.

Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios».

Juan 3, 1-21

(Después de la proclamación del Evangelio, el sacerdote que preside la celebración hace una sencilla homilía contextualizando el Evangelio dentro de la celebración penitencial).

Examen de conciencia y confesión

Tras la sencilla homilía, tiene lugar el momento más central de la celebración penitencial. Antes de que cada joven se acerque al sacerdote para confesar los pecados, se realiza el siguiente examen de concienciau otro que se vea más adecuado.

  • Atrévete a desatar todo aquello que te impide cambiar para lograr la paz y experimentar la humildad, el perdón y la aceptación del otro

¿Perdono de corazón cuando alguien me lo pide? ¿Guardo rencor al que me hiere? 

 ¿Me siento capaz de pedir perdón y reconocer mis errores? ¿Sé ponerme en el lugar de los demás antes de juzgarlos? 

 ¿Mido a todo el mundo por mi rasero? ¿Soy fácil para condenar y muy lento para bendecir? 

 ¿Trato a los demás como personas, hijos e hijas de Dios, o como objetos que utilizo a mi antojo? 

  • Atrévete a desatar de ti todo aquello que te impide cambiar para vivir una vida de entrega, de servicio y de compromiso.

¿Ayudo a crear un buen ambiente en casa estando dispuesto a renunciar a mi comodidad por el bien de los demás? 

 ¿Soy capaz de sacrificar algo de mi tiempo para ayudar a otros o me siento el ombligo del mundo y todos tienen que ser esclavos de mis caprichos? 

 Cuando me comprometo a algo, ¿soy capaz de cumplirlo, soy responsable de mis actos y de sus consecuencias?  

  • Atrévete a desatar todo aquello que te impide cambiar para sembrar justicia, comprensión, igualdad. 

¿Clasifico a las personas según mi criterio? ¿Tengo prejuicios? 

 ¿Lucho por la justicia sólo cuando me siento afectado o me preocupan también los derechos de los demás? 

 ¿Me creo de verdad que Dios es padre de todos y, por consiguiente, cualquier persona es mi hermano?

¿Formo mi conciencia para discernir el bien del mal o en mí justifico todo mientras con los demás soy implacable? 

  • Atrévete a desatar todo aquello que te impide mantener el dialogo y la escucha

¿Tengo una actitud de escucha hacia Dios y hacia los demás? ¿Oro? ¿Participo en la Eucaristía dominical o simplemente asisto?

 ¿Estoy atento a las necesidades de los demás y colaboro con ellos?

 ¿Sé escuchar a los demás y valoro el silencio en mi vida?

 ¿Soy limpio y puro en mis pensamientos, sentimientos y acciones respetando la dignidad del otro como hijo e hija de Dios? 

  • Atrévete a desatar todo aquello que te impide optar por la solidaridad, la alegría, la tolerancia y la compasión.

¿Me siento cercano a los que sufren? ¿Soy capaz de ayudarles?

 ¿Acojo al que es distinto? ¿Acepto al que piensa diferente a mí?

 ¿Soy capaz de acompañar a los que están tristes, a los que lloran?

 ¿Soy capaz de compartir mi tiempo y valoro el tiempo que los demás dedican de modo voluntario a servir a los más pobres o desconfío de todos y alimento sentimientos de desprecio a los demás por su origen, raza o religión? 

  • Atrévete a desatar todo aquello que te impide asumir la responsabilidad, la constancia y la fuerza de voluntad

¿Soy una persona responsable en el trabajo y aprovecho el tiempo?

 ¿Soy constante ante las dificultades o abandono con facilidad lo que hago?

 ¿Tengo fuerza de voluntad para sacar adelante aquello en lo que me comprometo?

 ¿Soy responsable ante las exigencias de mi fe: formarme, celebrarla, testimoniarla?

Tras realizar el examen de conciencia, se deja un tiempo de silencio para que los jóvenes reflexionen sobre esas realidades de su vida que tienen que desatar. Sería conveniente poner música de fondo mientras los jóvenes están confesando con los sacerdotes ya colocados en los confesionarios o en los lugares asignados.

Momento final

Una vez que el joven ha finalizado su confesión, se invita a que el joven ate la cuerda a la cruz. Una vez que están colocadas todas la cuerdas por toda la cruz, se encienden las velas.

Se invita a mirar a todos los jóvenes a la cruz. Verán que las velas están encendidas y que sus cuerdas atadas se han quedado fijas en la cruz.

Es aquí donde se reflexiona con ellos sobre lo que ven: todo aquello que nos ataba ya no lo tenemos. En la Cruz de Cristo nuestras ataduras han quedado asumidas y perdonadas. Han quedado crucificadas con Cristo y por eso cada uno de nosotros podemos nacer de nuevo como Nicodemo en el Evangelio. La luz que vemos encendida en las velas, representa la luz del perdón. En Cristo toda nuestra realidad queda iluminada.

Se concluye rezando el padrenuestro y con la bendición

Canto final

Se deja libertad para que cada grupo que realice la celebración penitencial ponga el canto apropiado a la celebración y que pueda cantar la gente que participe.

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