Celebración penitencial para jóvenes
¿Por qué la reconciliación como sacramento?
– Tomar conciencia de nuestra realidad, sin maquillarla, sin huir de nosotros mismos. Ser capaces de mirar nuestra realidad y asumir sus sombras. No pasar de puntillas por los aspectos que precisan ser corregidos sanados, no cerrar heridas en falso.
– Los signos son importantes en nuestra vida. Por eso es importante la confesión a través de signos sacramentales, y no meramente que «hablemos con Dios» o «nos confesemos directamente con Dios». Igual que no es lo mismo enviar a un amigo un emoticono por whatsapp, que darle un abrazo de verdad.
Oramos juntos
Yo sé que me quieres, Señor, porque eres bueno,
porque tienes un corazón sensible, perdóname.
Limpia mi corazón del pecado,
y de mis caídas continuas levántame.
Me siento pecador ante ti, que eres santo.
Mi pecado está agarrado a mí.
Tus ojos han visto con pena mi corazón manchado.
Tú me miras y ves mi interior
y amas lo profundo y limpio que hay dentro de mí.
Abrázame y tu amor me cambiará el corazón.
Hazme crecer en tu amistad, para vivir plenamente.
Sé que tú no te andas con hipocresías
y que no quieres de mi palabras vacías.
Lo que me pides es un corazón abierto a ti,
un corazón noble y sincero es lo que tú quieres.
Lectura del Evangelio según san Lucas (Lc 5, 17-26)
“Un día que Jesús estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones. En esto, llegaron unos hombres, trayendo en una camilla a un paralítico, y trataban de entrar, para ponerlo delante de Jesús. Como no sabían por dónde introducirlo, a causa de la multitud, subieron al techo, levantaron las tejas, lo bajaron con la camilla, y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo Jesús su fe, dijo: “Hombre, tus pecados te son perdonados.” Los escribas y fariseos empezaron a pensar: “¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?”. Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: “¿Qué estáis pensando? ¿Qué es más fácil, decir: «Tus pecados están perdonados», o decir: «Levántate y anda»? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados, ‑ dijo al paralítico ‑: «A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa».” Y al instante, se levantó a la vista de todos, tomó la camilla en que yacía ,y se fue a su casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios.”
Unas ideas como comentario de este evangelio:
– Mucho textos evangélicos hablan de curaciones. La experiencia de los primeros discípulos y de las primeras comunidades, es que el encuentro con Jesús es sanador.
– Varios textos vinculan la curación con el perdón de los pecados. El perdón de los pecados es sanador. En el sacramento de la reconciliación acudimos a Jesús como médico que sana nuestras “cojeras”, nuestras heridas, lo que pesa en el corazón, lo que no está funcionando bien en nuestra vida. Teresa compara a los que oran (los que no viven la amistad con Dios) con paralíticos “que aunque tiene pies y manos, no los puede mandar”. (Moradas I, cap. 1, 6-7).
– La mediación comunitaria, eclesial: fueron los amigos del paralítico, los que lo pusieron ante Jesús, superando los obstáculos.
– El final del Evangelio: el paralítico y los presentes glorifican a Dios. “La gloria de Dios es que el hombre viva, y la vida del hombre es conocer a Dios” (S. Ireneo de Lyon).
Examen de conciencia
¿Qué “cojeras” tengo, qué me paraliza, qué me duele, qué está funcionando mal en mi interior y en mi vida?
¿Rezo? ¿Acudo a Dios en los momentos difíciles? ¿Le doy gracias? ¿Hablo con Jesucristo (de mis proyectos, preocupaciones…) e intento cultivar su amistad?
¿He recurrido a horóscopos u otras prácticas supersticiosas?
¿He dicho alguna palabra contra Dios?
¿Voy a misa los domingos? ¿Estoy atento, procuro vivir la Eucaristía?
¿Escucho a mis padres y dialogo con ellos? ¿Ayudo en casa? ¿Sólo pienso en mí y en mis cosas? ¿Cómo es mi relación con mis hermanos?
¿Me dejo llevar de la ira o el rencor, en mi relación con amigos, compañeros, con mis hermanos…? ¿Hago daño a otros con mis palabras, mis actitudes, mis actos?
¿Soy capaz de perdonar a quien me ha hecho algo malo?
¿Cuido mi salud? ¿Me pongo en peligros innecesarios? ¿Hago cosas insanas como beber demasiado, fumar…?
¿Mantengo una actitud limpia en el ámbito de la sexualidad?¿Me dejo llevar por una curiosidad malsana (pornografía, etc)? ¿Respeto a los demás y me respeto a mí mismo/a?
¿He robado algo? ¿He defraudado a alguien de alguna manera?
¿Soy responsable en el estudio, o pierdo el tiempo y lo hago perder a otros?
¿Soy sincero, o recurro a la mentira cuando me interesa? ¿He colaborado a propagar rumores sin saber si eran ciertos? ¿Me complazco en chismorrear la vida ajena? ¿Hablo mal de mis compañeros o profesores?
¿Soy envidioso? ¿codicio lo que no tengo?
Juntos, pedimos perdón
– Por las veces en que miento. Por las medias verdades que tapan engaños. Por las veces en que divulgo habladurías sin pensar en el daño que puedan hacer. Perdón, Señor.
– Por las veces en que sólo pienso en mí mismo. Por mi indiferencia hacia algunas personas, por las veces en que manipulo a los demás o no tengo en cuenta sus sentimientos.
– Por mis actitudes de soberbia, de deprecio a otros.
– Por la violencia en obras, actitudes, palabras… por las veces que dejo que la ira o el rencor aniden de mí.
– Por la falta de compromiso ante las personas que sufren cerca de mí. Por las veces en que permito injusticias o maltrato a otros. Por las veces en que podría ayudar y no lo hago.
– Por las veces en que no vivo la sexualidad con respeto a mí mismo y a los demás. Por la falta de limpieza en pensamientos, actitudes, acciones…
– Por las veces en que abuso de la bebida, o fumo, dañando mi salud.
– Por la falta de esfuerzo en el estudio, o en otros aspectos de la vida.
– Por los momentos en que dejo que entren en mí la avaricia y el deseo de tener cosas.